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Unidad 4

Realidad Psíquica y sufrimiento en las instituciones Kaes

II. Formaciones intermediarias y espacios comunes de la realidad psíquica.

Según Kaes, la institución está atravesada por órdenes diferentes a los cuales corresponden lógicas

diferentes: sociales, políticas, psíquicas. En función de las relaciones cruzadas qué Kaes supone entre

espacios psíquicos parcialmente heterogéneos y entre espacios psíquicos y espacios no psíquicos,

intentará analizar la doble articulación entre esos espacios interferentes que resultan vinculados por el

hecho institucional. Su trabajo se centrará en las formaciones y los espacios psíquicos comunes que

la institución fomenta, produce y administra, a partir de las cargas que ella exige de sus sujetos.

Recíprocamente, los intereses y los beneficios que estos se encuentren allí, el sufrimiento y el goce que

experimenten en ello tendrá que ser evaluado.

Dentro de la institución hay fuerzas opuestas que operan: unas trabajan para unificar por medio del

desarrollo de la función del ideal y de representaciones; otras, trabajan en favor de la diferenciación y

la integración de elementos distintos en unidades cada vez mayores; otras, por el contrario, promueven

el retorno a lo indiferenciado, la reducción de las tensiones; y otras a la destrucción y el ataque.

Formaciones psíquicas intermediarias entre el sujeto singular y los otros:

Las formaciones intermediarias entre el sujeto singular y los otros, son aquellas formaciones psíquicas

originarias que no pertenecen como propiedad ni al sujeto singular ni al grupo, sino a la relación

entre ellos. Un rasgo constante y determinante de esta formación es su carácter bifronte, la

reciprocidad que inducen entre los elementos que las ligan, la comunidad que consolidan mediante pactos,

contratos y consenso inconscientes; articulan de esa manera las relaciones del elemento y el conjunto de

figuras diversas: de ensamble, inclusión mutua, de co-inherencia o de inversión continua.

Algunas funciones psíquicas aparecerán como una formación común de intermediación a cuyo

mantenimiento contribuye directa o indirectamente el conjunto de los elementos, según las necesidades y

las vicisitudes de su ubicación en la estructura de la institución o su configuración psíquica propia.

Las formaciones intermediarias contribuyen al fundamento psíquico de los conjuntos sociales a la

vez que constituyen el fundamento de nuestra psique. Tienen que ver con el reparto del placer y los

medios puestos en común mediante la realización del deseo, la renuncia pulsional exigida por el

advenimiento de la comunidad y la seguridad de sus sujetos; la reciprocidad de las cargas narcisistas y de

las representaciones que aseguren la continuidad del trasfondo colectivo sobre el cual se despliega la

pertenencia y la identidad; y por último, el acuerdo inconsciente sobre lo que debe mantenerse en la

represión o fuera de toda representación para que las condiciones psíquicas y sociales del vínculo se

mantengan en la forma de agrupamiento que lo constituyó. Cada una de estas formaciones asegura las

condiciones psíquicas de la existencia y la vida de la institución. Contribuyen a su permanencia y a

su capacidad para engendrar la continuidad, su estructura y su capacidad estructurante.

Ejemplo clínico: Según Kaes, el analista es invitado para refundar la institución imaginaria o para ser

delegado como testigo en la escena imaginaria que la funda. Sobre esta demanda por parte de la

institución, se constituye la resistencia, es decir, la transferencia y contratransferencia. Como el

inconsciente, la institución es inmortal en el fantasma de sus sujetos.

1. El grupo como Comunidad de cumplimiento del deseo y de la defensa:

En la fundación freudiana de un pensamiento psicoanalítico sobre la institución, se plantea la identificación

como formación intermediaria que mantiene reunido a los sujetos de la institución, como, por ejemplo, el

Ejército, la Iglesia, la Universidad y la Empresa. Ella indica con una claridad notable lo que se pierde y se

gana para el sujeto en este proceso y lo que ello resulta en el conjunto así formado.

Anzieu ha puesto en evidencia que, una vez superadas las resistencias para reconocerlo, el grupo, a la

manera del sueño, es una modalidad principal del cumplimiento del deseo inconsciente. Anzieu decía

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que el grupo era un lugar para realizar deseos y para defenderse contra su realización. En el año 1968

ponía de manifiesto, a escala de la sociedad, de las instituciones, de los grupos y de los grupúsculos, las

fuerzas actuantes en el agrupamiento. El agrupamiento asegura la comunidad de cumplimiento del deseo

y de la defensa contra el deseo puesto que existe más de una analogía, pero no una identidad entre la

escena y los procesos del sueño y la escena y los procesos del agrupamiento.

Estos trabajos han dado pie a una relaboración dentro de la perspectiva del análisis de los

fundamentos psíquicos del agrupamiento y de los análisis freudianos sobre las identificaciones histéricas y

la comunidad de los síntomas, el contagio mental y la transmisión psíquica: se ve de esta manera que la

transmisión intersubjetiva es una modalidad de cumplimiento del deseo no solamente en la medida

en que el sujeto se identifica con el deseo o con el síntoma del otro, sino porque existe allí un

deseo compartido: el deseo del deseo del otro o el deseo de una defensa común contra el deseo. En el

capítulo 7 de la psicología de las masas Freud desarrolla la identificación como aquello que es común a

dos o a varios sujetos: lo que se coloca y se desplaza desde el uno hacia el otro.

El grupo en cuanto formación intermediaria es lo que en el seno de la institución vincula entre sí, en

una realización de tipo onírico y por la comunidad de síntomas, fantasmas e identificaciones, a los sujetos

de la institución, de manera que pueden cargar en ella sus deseos reprimidos y encontrar los medios

deformados o desviados de realizarlos o defenderse contra ellos. De este modo se ligan a la institución, a

su ideal, su proyecto, su espacio.

El fundar una institución, hacerla funcionar, transmitirla, no puede estar sostenido más que por

organizadores inconscientes en los cuales se encuentran aprendidos deseos que la institución permite

realizar.

2. El trueque de una parte de felicidad posible a cambio de una parte de seguridad: renuncia

pulsional y advenimiento de la comunidad civilizada.

En 1929, Freud se pregunta por qué es tan difícil para los hombres ser felices. A esta pregunta compleja

contesta inicialmente tomando en consideración la vida psíquica. Si en el hombre hay malestar y

descontento, ello se debe ante todo a la estructura de la psique: a la oposición del Yo hedonista primitivo y

del objeto.

El advenimiento del principio de realidad asegura la distinción entre lo interno y lo externo, entre lo que se

refiere a Yo y lo que proviene del mundo exterior. Permite también la defensa contra las sensaciones

penosas o amenazantes. Pero en oposición al principio de placer, el hombre inventa dispositivos de

representación providencial.

Luego Freud pasa a preguntarse por las fuentes del sufrimiento humano, ante las cuales señala 3: la

potencia abrumadora de la naturaleza; la caducidad de nuestro cuerpo; y, la insuficiencia de las

medidas destinadas a regular las relaciones de los hombres entre sí en el seno de la familia, el

estado o la sociedad.

Ahora bien, en tanto que buscamos los medios para defendernos contra las dos primeras fuentes de

sufrimiento, adoptamos una actitud diferente respecto a la tercera, el sufrimiento origen social: no

logramos comprender por qué las instituciones no nos dispensan a todos protección y beneficio. Por lo

cual, se llega a la opinión de que la cultura es responsable de todas nuestras desgracias y que

deberíamos abandonarla para retomar al estado primitivo que nos garantizaría la felicidad.

Una cultura se reconoce porque valoriza las producciones intelectuales, científicas y artísticas, incluida

la religión, en la medida en que ella constituye un conjunto de formaciones ideales. Una cultura se

caracteriza por la manera como son regulares las relaciones de los hombres entre sí: estas relaciones son

múltiples y variadas, y la cuestión consiste en definir la condición mínima para hablar de una relación de

cultura. Según Freud, la vida en común solo resulta posible cuando una pluralidad logra reunirse en un

conjunto más poderoso que cada individuo particular y se mantiene unida frente a cualquier individuo

singular. Además, plantea que el carácter esencial de la cultura consiste en que los miembros de la

comunidad limitan sus posibilidades de placer, en tanto que el individuo aislado ignoraba toda restricción

de esta clase.

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De esta manera la comunidad en cuanto a derecho protege al individuo contra la violencia, impone

la necesidad y hace posible el amor. Lo que Freud describe es una entidad bifronte: renuncia a las

pulsiones y advenimiento de la comunidad basada en el derecho tienen una función y una significación en

el espacio psíquico singular y en el espacio psíquico del agrupamiento institucional. Todas las instituciones

están dotadas de un sistema interpretativo de la ley fundamental a través del cual se plantean y resuelven

algunas de las relaciones entre las exigencias pulsionales de los individuos y la salvaguardia del interés

común.

3. La permanencia, la afiliación y el sostén del sujeto singular en el estar juntos: el contrato

narcisista.

La institución tiene que ser permanente: con ello asegura las funciones estables que son necesarias para

la vida social y para la vida psíquica. Para el psiquismo, la institución está en el trasfondo de los

movimientos de discontinuidad que instaura el juego del ritmo posicional y de la satisfacción. Se confunde

con la experiencia misma de la satisfacción.

No se trata solo de que la institución tiene que ser estable, sino que el intercambio social y los

movimientos que lo acompañan exigen eso función que ella lo estabiliza. Esta es la función del instituido.

Las dos formaciones psíquicas intermediarias contribuyen a esta permanencia. Lo imaginario social e

individual ha buscado siempre un garante metasocial y metapsiquico para el derecho y no es sin razón que

sostiene el origen divino de la institución. Para el inconsciente, la institución se inscribe en el espacio de lo

sagrado.

Este espacio del terror es el del comienzo el de la Fundación: el espacio del sacrum. El origen divino de la

institución le asegura poder, legitimidad y permanencia absoluta. La institución es de derecho divino.

En el origen de la sociedad, para sus sujetos, para el inconsciente, la institución es inmortal punto.

El soporte narcisista de este contrato se descubre en las premisas que Freud enuncia en 1914 a

propósito del narcisismo. Escribe que el reconocimiento de las adquisiciones de la cultura es arrancado al

narcisismo con cierta dificultad. No renunciamos nunca al narcisismo y esto es lo que asegura la

continuidad de las generaciones y de los grupos. Además, señala que esta doble condición es narcisista,

en cuanto persigue su propio fin y en cuanto es miembro de una cadena a la que está sometido sin la

intervención de su voluntad. A su vez esta doble condición no define en primer lugar una relación entre lo

intrapsíquico y lo grupal, sino una bipolaridad interna que goza la posible división de lo que en cada uno de

nosotros es singular y grupal.

La institución se funda sobre este doble estatus del narcisismo y sobre estas formaciones

intermediarias qué es menester denominar transpsiquicas en la medida en que sostienen la

relación intermediaria innecesaria entre el sujeto singular y el conjunto: la identificación, la

comunidad de síntomas, de defensa y de ideales, el co-apuntalamiento constituyen una parte de estas

formaciones.

Según Kaes, el concepto de contrato narcisista puede incluirse en la continuidad de las propuestas

formuladas por Freud.

3 ideas son dignas de atención: la primera; el individuo es en sí mismo su propio fin y es al mismo

tiempo miembro de una cadena a la que está sometido, la segunda; los padres hacen de su hijo el

portador de sus sueños de deseos no realizados y que el narcisismo primario del hijo se apoya en el de

sus padres, así como, a través de estos, el deseo y el narcisismo de las generaciones precedentes

sostuvieron su venida al mundo; la tercera; que el ideal del yo es una formación común a psique singular

y a los conjuntos sociales: familia, instituciones y naciones.

El concepto de contrato narcisista generaliza estas propuestas y explica que cada recién llegado tiene

que cargar el conjunto como portador de la continuidad y recíprocamente con esta condición el conjunto

sostiene un lugar para el elemento nuevo. Los términos del contrato narcisista exigen que cada sujeto

singular ocupe un lugar ofrecido por el grupo y significado por el conjunto de las voces que, antes de cada

sujeto, desarrollaron un discurso conforme al mito fundador del grupo. El contrato narcisista está

implicado en la fundación, es decir, en la muerte. Toda fundación institucional contiene ocultas la

continuidad de un mandato y la de su ruptura.

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Cuando la institución no sostiene más el narcisismo de sus sujetos, la institución es atacada a su

vez. Para Kaes, otras causas del sufrimiento institucional emanan también del contrato narcisista.

4. Las trampas de la institución: el pacto de negación, el pasar en silencio y la protección

contra lo negativo.

Según Kaes pareciera que el grupo humano no puede formarse si no es manteniendo zonas de oscuridad

profunda, tierra de nadie comunes negativas del espacio psíquico compartido, cuya fórmula cultural es la

utopía, el lugar de ninguna parte, el no lugar del vínculo. El grupo administra sí una parte de la represión

de cada sujeto y mediante hecho ciertas formaciones del inconsciente.

Kaes llama pacto de negación a la formación intermediaria genérica que, en todo vínculo, condena al

destino de la represión, la negación, la renegación que mantienen lo irrepresentado y en lo imperceptible;

hecho que viniera a poner en cuestión la formación y el mantenimiento de ese vínculo y de esas cargas de

las que es objeto. Puede considerarse el pacto de negación como uno de los correlatos del contrato de

renuncia tanto de la Comunidad de cumplimiento del deseo como del contrato narcisista.

Se trata de un pacto inconsciente, de un acuerdo entre los sujetos afectados por el establecimiento de

un consenso. El pacto hace callar a los diferentes: a esto se debe que sea un pacto cuyo enunciado en

cuanto tal no se formula nunca.

Reduplicación del silencio: el precio del vínculo consiste en aquello que no podría cuestionarse entre las

personas que vincula, en su interés mutua, para satisfacer a la doble lógica cruzada del sujeto singular y la

cadena. Esta noción puede compararse con la de comunidad de la negación planteada por Fain, La cual

da cuenta de una modalidad de la identificación del niño con su madre cuando está no logrando separarse

de él para designar en un lugar distinto del niño, un objeto de deseo, la negación del deseo del padre es a

la vez obra de niño y de la madre. La Comunidad de negación entre la madre y el niño mantiene de esta

manera su separación.

El cumplimiento del pacto de negación como el del contrato narcisista, se funda sobre una

identificación de los elementos ligados entre sí por un rasgo complementario común.

Para Kaes, las instituciones se fundan sobre organizadores inconscientes y sobre formaciones

mixtas que aseguran para los sujetos y para sus vínculos las cargas, las representaciones, las

satisfacciones de deseos, y las defensas de los que tienen, en esta relación, necesidad. Se fundan en un

pacto de negación y por consiguiente en un dejar de lado, en un resto que puede seguir diferentes

destinos.

Se fundan también en algo de lo representado y del silencio radical que no se confunde con lo no

dicho. Se funda en vaciado sobre los eslabones faltantes de la cadena de las representaciones y de las

colocaciones que ella organiza y que forman su relieve. La otra fuente del silencio radical emana de la

imposibilidad en la institución para votarlo irrepresentable su propia historia y de su propio origen.

5. La estructura psíquica inconsciente de la institución.

La estructura psíquica inconsciente la institución es el resultado del montaje de estas formaciones

bifrontes que hacen que se mantengan unidos de los sujetos de la institución y determinan los procesos

psíquicos específicos que se desarrollan en él. Esta estructura precede a cada sujeto singular, y cada

institución singular se despliega sobre la estructura inconsciente de otra institución.

Esta doble genealogía gobierna la organización en cada caso singular, de lo reprimido, y sus retoños en la

tópica intrapsíquica y en la tópica transubjetiva. El sufrimiento de y en la institución tiene allí su fuente.

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II. Sufrimiento y Psicopatología en las Instituciones

1. Sufrimiento de/en las instituciones.

El sufrimiento y la psicopatología que se desarrollan en las instituciones son los que nos hacen conocer

esos procesos y esas formaciones.

Mediante el análisis pueden distinguirse 3 fuentes de sufrimiento, fuentes que aparecen implicadas

cuando se trata de la queja o de la designación de la causa: una es inherente al hecho institucional

mismo; la otra a tal institución particular, a su estructura social y a su estructura inconsciente propia; y la

tercera a la configuración psíquica del sujeto singular.

Distinguiendo aún el sufrimiento ligado a la vida misma, es la consecuencia de las restricciones,

coacciones, desilusiones que acompañan el ser-conjuntamente: es inherente a la división del sujeto

mismo, a la distancia entre el objeto y el deseo, a la angustia, a la relación del sujeto con la verdad. Este

sufrimiento lleva a un trabajo psíquico, especialmente mediante el desarrollo de mecanismos de

defensa y mediante la búsqueda de la realización de satisfacciones superiores: las obras del espíritu

tienen este doble origen. La falla de los mecanismos de defensa y de sublimación desemboca, por el

contrario, en la destrucción del sujeto en su cuerpo o en su vida psíquica, y en la destrucción del

objeto y del vínculo. Este sufrimiento, fundado en un desarrollo incontrolado de la angustia, es

patológico: en las instituciones, como en cualquier otra parte, paraliza y deteriora de entrada el espacio

psíquico interno, propio del sujeto singular, y los espacios comunes y compartidos de los sujetos

asociados en las diferentes configuraciones del vínculo.

Los mecanismos de defensa contra el sufrimiento son tales que se mantienen lo más

prolongadamente posible fuera del campo de su experiencia. Las instituciones disponen, precisamente,

de mecanismos de defensa de esta clase que constituyen un apoyo a las defensas de los sujetos

singulares para evitarles todo sufrimiento, incluido el que generaría en la institución misma. Tales

mecanismos están asociados a las funciones del pacto de negación y a las disposiciones

contractuales de protección contra lo negativo, cuyo efecto es la no inscripción psíquica de las

experiencias dolorosas. Tales modalidades tienen consecuencias opuestas: unas sostienen, en vaciado, el

trabajo del pensamiento; las otras lo toman imposible, lo vacían de todo objeto.

Sobre el sufrimiento que es institucional, debemos darnos cuenta de la emergencia y el reconocimiento

de sufrimientos que se producen con motivo de la vida institucional. Algunos de ellos están ligados con el

ser-conjuntamente, pero el espacio institucional es también la escena de sufrimientos propios de los

sujetos en su singularidad, que quizás la institución revela o controla. En nuestra práctica tenemos que

tener presente esta distinción, porque la manifestación misma del sufrimiento por los que sufren y el

discurso que éstos formulen sobre su origen y su sentido exigen antes que nada del psicoanalista

que suspenda toda búsqueda de determinación causal.

Mientras estemos obsesionados por la cuestión de la causa dejaremos de reconocer dos cosas

importantes: que la institución efectúa la gestión de otros sufrimientos distintos de los que son

infaliblemente suscitados por el vínculo que ella organiza y por las cargas que ella requiere: es para sus

sujetos una de sus razones de ser: que todo sufrimiento psíquico que se manifiesta en ella no tiene

ipso facto valor y sentido de síntoma para el funcionamiento institucional, aun cuando ese mismo

sufrimiento pueda ser referido en su discurso a sus propios fines y ser tratado en su nivel propio.

¿Quién es el sujeto del sufrimiento institucional? La institución es un objeto psíquico común:

hablando con propiedad, la institución no sufre. Nosotros sufrimos de nuestra relación con la institución, en

esa relación; hablar del sufrimiento de la institución es una manera de designar esta relación en nosotros,

evacuándonos como sujeto, activo o pasivo. Designamos así, por proyección, lo que sufre en los sujetos

de la institución: la institución en nosotros, lo que en nosotros es la institución, es lo que sufre. Respecto

de este sufrimiento y esta dificultad específica de reconocerlo, el psicoanalista puede estar atento.

Sufrimos por el hecho institucional mismo, infaltablemente: en razón de los contratos, pactos, comunidad y

acuerdos, inconscientes o no, que nos ligan conscientemente, en una relación asimétrica, desigual, en la

que se ejercita necesariamente la violencia, donde se experimenta necesariamente la distancia entre la

exigencia (la restricción pulsional, el sacrificio de los intereses del yo, las trabas al pensamiento) y los

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beneficios descontados. Sufrimos por el exceso de la institución, sufrimos también por su falta, por su falla

en cuanto a garantizar los términos de los contratos y de los pactos, en hacer posible la realización de la

tarea primaria que motiva el lugar de sus sujetos en su seno. Pero sufrimos también, en la institución, por

no comprender la causa, el objeto, el sentido y el sujeto mismo del sufrimiento que experimentamos en

ella. Es tal vez un rasgo específico del sufrimiento institucional, y lo creo tributario de este estado particular

del vínculo que corresponde a la indiferenciación radical de los espacios psíquicos comunes. Esto

corresponde en parte a lo que Bleger denomina "sociabilidad sincrética", es decir, una no

individuación; la sociabilidad sincrética se funda en una inmovilización de las partes no

diferenciadas del psiquismo.

En el marco de un interés distinto del de Bleger, Kaës postula la institución como sujeto del

sufrimiento no puede entenderse más que como la forma de un discurso en el que operan, sobre los

términos de la relación entre el elemento y el conjunto y entre la parte y el todo, desplazamientos,

condensaciones, inversiones: lo que se deja percibir en las figuras retóricas del discurso y, en la medida

en que se mantenga una situación psicoanalítica adecuada, en los movimientos de la transferencia, este

estado del vínculo como el que sostiene la relación isomórfica entre el sujeto y el grupo. El isomorfismo es

la consecuencia de la indiferenciación entre cuerpo y espacio, entre yo y otro. Tales estados hacen

indiscernibles los límites del sujeto y de la institución y lo que sufre en este vínculo es la tentativa,

acompañada de angustia, de hacer surgir estos límites. Sobre esta implicación de lo indiferenciado, que

funda una parte del placer de estar juntos sin el otro, toma cuerpo el motivo central del sufrimiento

institucional, siendo así que la queja concierne a los excesos o los defectos de las formaciones

contractuales intermediarias que, ellas sí, implican una estructura de relación y una conflictualidad. El

sufrimiento radical nace del esfuerzo por soltarse de lo indiferenciado y de las angustias de la disolución.

Sufrimientos más elaborados, ligados a la relación de objeto parcial, aparecen en el trasfondo con la

angustia de ser destruido por la máquina institucional, de ser vaciado de su sustancia.

2. Sufrimiento de lo inextricable y patología institucional

En todas las situaciones en que prevalece la confusión de los elementos o la indiferenciación del elemento

y del conjunto, cada vez que se constituye un espacio psíquico indiferenciado, una confusión de las

formaciones, de los procesos y de los efectos de sentido, gracias a una abolición de los límites del-

mismo, una evanescencia del sujeto, una transversalidad de la subjetividad. Nos vemos confrontados con

nuestros núcleos indiferenciados, con la angustia ante aquello de peligrosamente desconocido, de no

identidad que representan para nosotros. En este nivel los espacios psíquicos comunes sincréticos o

isomórficos son inextricables por necesidad de subjetivación; constituyen el trasfondo de los vínculos

diferenciados. Uno de los problemas institucionales que no es propio de la institución consiste en

instalar un dispositivo que sea a la vez capaz de salvaguardar este modo de vínculo necesario para el

vínculo y de evitar que su predominio provoque una parálisis y un ataque contra las formas diferenciadas

del vínculo.

Otro aspecto de la patología institucional es el desarrollo de estados pasionales que se producen en ella,

desarrollo que no deja de tener relación con lo inextricable. El término "pasión" describe bastante bien el

intenso sufrimiento psíquico, cercano a los estados psicóticos, que se experimenta en ella y el desborde

fuera de sí de la capacidad de contener y ser contenido; la capacidad de formar pensamientos resulta

atacada y paralizada; la repetición, la obnubilación, sirven de cobertura para odios devastadores, contra

los cuales se ponen en acción defensas por fragmentación, que Springmann describe como una evitación

de crear vínculos que no podrían sino incrementar la violencia destructiva y la desintegración.

La pasión puede desgarrar, hasta el punto de unificar en este arrebato indiferenciado. Hay allí como un

orgasmo institucional, baluarte del gozo terrible y pánico contra la angustia de aniquilación. La institución

se vuelve muchedumbre: la transmisión directa de los afectos se propaga sin encontrar el tope de las

mediaciones y de los espacios intermediarios. Lo que provoca tales estados de sufrimiento patológico

puede ser casi constantemente referido a un cambio y/o una amenaza de cambio en la instancia

institucional, en su marco, que recibe en depósito las partes no diferenciadas y no integradas del

psiquismo. Todas las formaciones psíquicas intermediarias que forman la estructura inconsciente de la

institución resultan entonces amenazadas simultáneamente y afectan a los sujetos de la institución mucho

antes de sus vínculos actuales en el espacio psíquico institucional: les conciernen en estratos

fundamentales de su ser. Lo que tiene de genérico el sufrimiento institucional el de los sujetos que

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sufren por su relación con la institución y son la institución que está en ellos se ancla "normalmente" en

dos niveles psíquicos de la vida institucional: el de lo inextricable, lo sincrético y lo indiferenciado; el de lo

contractual, que estructura las formaciones bifrontes del vínculo.

Tres aspectos particulares del sufrimiento institucional en relación con ciertas disfunciones de la institución

misma. Se tratará del sufrimiento asociado con una perturbación de la fundación y de la función

instituyente, con las trabas a la realización de la tarea primaria y con ciertas dificultades en el

mantenimiento del espacio psíquico.

3. El sufrimiento asociado con una perturbación de la fundación y de la función instituyente

La mayoría de estas perturbaciones pueden ser referidas a las fallas de las funciones contractuales

implicadas en la función instituyente. Las fallas se manifiestan por exceso o por defecto, o por

inadecuación. Hay demasiadas instituciones, o demasiado pocas, o la institución en concreto es

inapropiada para su función. En todos los casos, estas perturbaciones por exceso, por defecto o por

inadecuación entre la estructura de la institución y la estructura de la tarea primaria culminan en un

sufrimiento ligado a la institución en su singularidad.

Una fuente constante de sufrimiento está asociada con las perturbaciones ajenas a la constitución

de la ilusión: la falta de ilusión institucional priva a los sujetos de una satisfacción importante y debilita el

espacio psíquico común de las cargas imaginarias que han de sostener la realización del proyecto de la

institución, disponer la identificación narcisista y el sentimiento de pertenencia en un conjunto

suficientemente idealizado para afrontar las necesidades internas y externas.

Una institución nueva no puede prescindir de la ilusión de ser innovadora y conquistadora. El personal

asistencial de un nuevo centro de asistencia se recluta con la esperanza de participar en esta aventura. La

ilusión sostiene los riesgos y los sacrificios consentidos a cambio de participar; ella es productora del

resultado mismo. Si se la mantiene en la negación a pesar de la experiencia, provoca el fracaso. El

sufrimiento es el de la desilusión, de la renuncia al fetiche. Cuando ese doloroso trabajo no se efectúa, la

institución es atacada o ataca a sus sujetos (incompetentes...) o a su propia tarea (burocratización, deriva

hacia otras cargas...).

Todas las fallas contractuales podrían considerarse un sufrimiento de la fundación y de la función

instituyente: el cumplimiento de ciertos deseos se hace imposible o excesivo, la ley de la institución falla

o se impone como la ley única de sus sujetos. El pacto de negación es insuficiente o paraliza el trabajo

del pensamiento, el contrato narcisista no sostiene suficientemente a sus sujetos o el apartamiento

que éstos introducen en la relación con la institución resulta intolerable. Una tabla de las combinaciones de

todas estas deficiencias haría aparecer a la vista la complejidad y la variedad de estas estructuras

generadoras de sufrimiento.

Entre ellas me limitaré a subrayar la importancia de las formaciones identificantes y

representativas: el mito, la ideología, la utopía son a la vez formaciones intermediarias

estructurantes y defensivas, cuya saturación, tanto como su falta, son fuente de intenso sufrimiento

psíquico. Las instituciones tienen que formarse una representación del propio origen. Tienen también

necesidad de imaginar una utopía, un no lugar de la institución, una figura de su negatividad. Si dejan de

imaginarla, corren el riesgo de inscribirla en su funcionamiento

4. El sufrimiento asociado con las trabas a la realización de la tarea primaria

La tarea primaria de la institución funda su razón de ser, su finalidad, la razón del vínculo que establece

con sus sujetos: sin llevarla a cabo, no puede sobrevivir. Así, la tarea primaria de las instituciones

asistenciales es asistir. Pero cualquiera advierte, que la tarea primaria no es constantemente ni de manera

principal la tarea a la que se entregan los miembros de la institución. No sólo pueden volverse dominantes

algunas tareas complementarias, sino que además se instalan otras derivadas. Casi siempre existen otras

tareas que, en un momento dado, entran en competencia o en contradicción con la tarea primaria de la

institución. Pero existen dispositivos institucionales que tienen relación de necesidad con la tarea primaria

y que terminan por reemplazarla: esto es lo que sucede cuando la preocupación por la defensa del

personal asistencial, contra los peligros reales o imaginarios ligados con la realización de la asistencia,

moviliza toda la energía disponible y transforma la organización institucional. El resultado a donde llegan

estos derivados es que la institución protege a sus sujetos contra la realización de su tarea.

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5. El sufrimiento asociado con la instauración y el mantenimiento del espacio psíquico

El espacio psíquico en la institución se reduce con la prevalencia de lo instituido sobre lo instituyente,

con el desarrollo burocrático de la organización contra el proceso, con la supremacía de las formaciones

narcisistas, represivas, negadoras y defensivas que sostienen a la institución contra un ambiente hostil, o

en la estrategia de dominio por parte de ciertos sujetos, o cuando parte de ellos se encuentran

amenazados por la emergencia de formas elementales de la vida psíquica.

El apartamiento entre la cultura de institución y el funcionamiento psíquico inducido por la tarea está en la

base de la dificultad para instaurar o mantener un espacio de contención, de conexión y de transformación.

Hay una distinción entre la dificultad o imposibilidad, por parte de la institución, de tomar en cuenta la

realidad psíquica de los sujetos, y la grave dificultad que resulta de la incapacidad de éstos, en los

períodos de cambios profundos, para restablecer en sí mismos un apuntalamiento suficiente sobre una

institución confiable, al mismo tiempo que aquella de la que son miembros conmueve la estructura

inconsciente de sus vínculos. El pensamiento, inhibido ya naturalmente en las instituciones altamente

organizadas, llega a perder incluso su objeto, mientras no se restablezca, apoyada sobre una institución

"interna" suficientemente fuerte, la función que actúa como contención. Entonces puede ser transformada

una parte de los elementos psíquicos hasta ese momento no representables y no ligables en una actividad

de pensar y de asociar. Asimismo, pueden restablecerse los contratos narcisistas y jurídicos, el pacto de

negación, las comunidades de cumplimiento del deseo. Son el signo de que se ha restablecido el espacio

psíquico y, a la vez, contribuyen a mantenerlo. La institución protege de este modo a sus sujetos contra la

angustia ligada con el cambio catastrófico. La catástrofe es inherente a todo cambio que ponga en

cuestión la integridad y la continuidad de un sistema. El concepto no es, pues, peyorativo, pero puede

admitirse que suscita representaciones de destrucción, de negatividad. Ello se debe a que un cambio de

esta índole va acompañado de estados de angustia, de fantasmas de aniquilación, de sufrimiento, y de

amenazas respecto de la propia persona, de los conjuntos de los vínculos intersubjetivos y de las

representaciones ordenadas que aseguran la continuidad de la estabilidad narcisista de los sistemas. Hay

mecanismos de defensa que aseguran habitualmente la defensa contra tales cambios.

Podemos considerar, siguiendo Jaques, que la institución cumple funciones de defensa contra las

angustias, especialmente las psicóticas, de sus miembros, en favor de cada individuo considerado como

tal, en favor de cada individuo en cuanto es parte interviniente de la institución, y en favor del espacio

psíquico común de la institución.

Cualquiera sea la institución, puede ocurrir que exponga a sus miembros a experiencias demasiado

angustiantes, sin proporcionarles en compensación experiencias suficientemente satisfactorias y, en

primer lugar, mecanismos de defensa utilizables por aquéllos para protegerse contra sus angustias.

R. Roussillon (1978, 1987) ha mostrado de una manera notable el nudo paradójico que liga entonces las

defensas individuales y las defensas institucionales: incapaces de proporcionar ese apoyo metadefensivo,

las instituciones son atacadas entonces por sus miembros, cuya angustia se incrementa sin que haya

recursos a los que apelar y los pone frente a un sufrimiento intenso, inextricable, catastrófico. Al término de

este ensayo se advierte quizás mejor el compromiso, el interés, la dificultad de una intervención en una

institución: el trabajo del psicoanalista es, en una medida esencial, posibilitar la discriminación de estos

espacios comunes intrincados y el reconocimiento de sus niveles de organización en cada sujeto implicado

en ellos en la medida en que puede tener acceso y en el conjunto institucional. Consiste, además, en

hacer posible el reconocimiento de ese elemento inextricable donde actúan las astucias y las estrategias

del inconsciente y la parte del psiquismo de cada uno que está puesta en juego y trabajada en el espacio

intersubjetivo. Entonces es posible confrontarla con las configuraciones míticas y rituales de las que las

instituciones se muñen necesariamente para defenderse contra el sufrimiento y para representar su causa

y su tratamiento, y aun para evitar el tener una representación de él. Se trata de instalar un dispositivo de

trabajo y de juego que restablezca, en un área transicional común, la coexistencia de las conjunciones y

las disyunciones, la continuidad y las rupturas, los ajustes reguladores y las irrupciones creadoras, de un

espacio suficientemente subjetivizado y relativamente operativo.

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Poder del amor y poder del temor Zuckerfeld

La adquisición de poder por parte de un individuo o una organización ha sido un tema enfocado por el

psicoanálisis desde diversas perspectivas.

En la obra freudiana existen distintas postulaciones y de ellas la más acabada es la que describe al

caudillo y las masas artificiales: la iglesia y el ejército. Ambas son masas sobre las que actúa una coerción

exterior encaminada a preservarlas de la disolución y a evitar modificaciones de su estructura.

En las dos existe la ilusión de la presencia visible o invisible de un jefe (Cristo en la iglesia católica -

general en jefe, en el ejército), que ama con igual amor a todos los miembros de la colectividad. De esta

ilusión depende todo, y su desvanecimiento disgregaría a ambas, en la medida en que la coerción exterior

lo permitiese.

Sin embargo, hay una diferencia:

La comunidad cristiana es comparada con una familia y los fieles son considerados como

hermanos en cristo (hermanos por el amor que cristo les profesa).

Estructuralmente, el ejército se distingue de la iglesia en el hecho de hallarse compuesto por una

jerarquía de masas: cada capitán es el general en jefe y el padre de su compañía, y cada

suboficial, de su sección. Esto implica estar bajo el mando del superior y por tanto un cierto temor a

su autoridad.

En las masas militares, el pánico se produce cuando tal multitud comienza a disgregarse y se caracteriza

por el hecho de que las órdenes de los jefes dejan de ser obedecidas. En cambio, la disgregación de una

masa religiosa resulta difícil de observar ya que toda religión es una religión de amor a sus fieles donde lo

que aparece en caso de descomposición no es el miedo.

El miedo amenaza la cohesión de la masa artificial, especialmente cuando ésta se sostiene en parte

justamente en el temor, como sucede en el Ejército, y no tanto cuando su fuente cohesiva es el amor,

como se daría en la Iglesia.

Tal masa primaria reemplazó su ideal del yo por un mismo objeto, a consecuencia de lo cual se ha

establecido entre ellos una general y recíproca identificación del yo. Aquí se describen dos tiempos

distintos:

Primero, la idealización del líder.

Después, la identificación entre los individuos.

Esta circulación de libido narcisista en ese orden lógico es la esencia de la “masa artificial”. Es un tiempo

lógico opuesto al de la constitución de un “grupo natural” en el que primero es la identificación por

semejanza y posteriormente se construye un Ideal que puede o no estar encarnado.

Para comprender psicoanalíticamente los mecanismos del poder, conviene prestar atención a las

diferencias entre sectas y mafias.

Las sectas son organizaciones religiosas que aspiran a ser reconocidas como tales y brindan distintos

tipos de ayuda espiritual. Son convocantes de adeptos y se constituye como si fueran una familia que en

muchos casos implica reemplazar o rechazar la familia de origen de sus integrantes. La pertenencia brinda

bienestar. El líder de la secta es por lo general un individuo que dice haber atravesado alguna experiencia

personal que transmite con intenso carisma y es idealizado por los integrantes. Es decir, es amado

incondicionalmente de tal modo que la pertenencia se sostiene en ese amor. Suele encarnar la

representación o el mandato de un poder superior intangible.

Las mafias son organizaciones amadas que aspiran a no ser reconocidas tomo tales. Buscan corromper

para poder coaccionar. Sus miembros buscan lucrar tratando de ocultar su condición, disfrazándola de

distintos trabajos legales. La pertenencia a la mafia otorga protección, así como la lealtad y el uso de la

violencia todas las veces que sea necesario. El líder de la mafia es por lo general una figura

experimentada en el o los negocios ilegales, con un gran caudal de información que utiliza para el manejo

de la organización. Los miembros le temen en la medida en que dispone de la posición de la posibilidad

arbitraria de premios y castigos; su pertenencia se sostiene en los beneficios que obtienen y en ese temor.

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Suele encarnar la figura de un capo, padrino o señor feudal que se representa a sí mismo como un padre

omnipotente que decide sobre la vida y la muerte.

Iglesias, ejércitos, sectas y mafias comparten el orden dogmático, la estructura vertical, la jerarquía

conservadora de la tradición, el autoritarismo y el maniqueísmo. Todas ellas brindan pertenencia, amparo,

seguridad e identidad.

El amor y el miedo que son las estructuras afectivas más arcaicas y universales, son las que

sostienen el ejercicio del poder cristalizados en las instituciones más arcaicas y universales que a su

vez las representan.

Poder del temor y Poder del amor:

El poder que tiene el temor desde el momento en que el hombre no es una criatura tierna y necesitada de

amor sino por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas debe incluirse la agresividad. En

consecuencia, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también

un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para humillarlo, explotar su capacidad de

trabajo sin retribuirla, etc.

Pero el amor se entiende al referirse a las necesidades religiosas que derivan del desamparo infantil y de

la nostalgia por el padre que aquel suscita.

Por un lado, el agredir y su correlato de temor a ser agredido y, por otro, la necesidad de ser amparado-

amado y su correlato de amar al que se ofrezca para ello, son las condiciones humanas donde se generan

sumisión y poder.

Se debe incluir otra variable para comprender los mecanismos del poder: el lugar que tiene en el

imaginario colectivo lo entendido como legal e ilegal. Lo que diferencia a una iglesia de una secta o un

ejército de una corporación mafiosa es el grado de legalidad que determinada sociedad o momento

histórico le da a sus masas artificiales.

Por lo general no hay diferencia significativa entre la estructura “iglesia” y la estructura “secta” por un lado,

y entre “fuerza armada” y “corporación mafiosa” por el otro, teniendo en cuenta la noción teórica de masa

artificial. Hay una invariante de estructuras de poder obtenidas por el amor y por la fuerza, cuyo nombre

solo depende de la legalidad que consigan con posterioridad.

Ninguna de las jerarquías militares y casi ninguna de las religiosas son elegidas democráticamente y en el

mejor de los casos deben respetar una legislación vigente que delimita su campo de acción pero no la

intimidad de su organización.

En varios países el poder de las sectas y de las mafias se incrementa en la medida de su legalización

directa o encubierta. Es importante no confundir esto con la hipótesis que sostiene que -por el contrario-la

legalización de p. ejemplo las drogas, disminuirá el poder del narcotráfico. Más allá de la ilegalidad

circunstancial de un objeto, la noción de legalización se refiere a la aceptación de un sistema de operar por

la coacción y por la fuerza.

Existe la legalización sutil de estas organizaciones aun dentro de la democracia, de modo tal que ésta es

solo una estructura formal. Si una estructura sectaria cualquiera adquiere el nombre legal de iglesia o una

corporación mafiosa se constituye en fuerza armada o de seguridad, su status legal implica un poder

peligroso para las libertades individuales y para el funcionamiento de las instituciones.

Pero la evolución más peligrosa es el pasaje de obtención de poder por el temor, a la obtención de poder

por el amor, es decir la generación de una forma de sumisión que no sea significada como tal.

El mecanismo de idealización del agresor consiste en que agredido desmiente la agresión del agresor y

le atribuye al mismo cualidades sobrevaloradas en las que cree devotamente. Así es que, en el vínculo del

amo y el esclavo, si éste desconoce su condición, lo amará incondicionalmente en la medida en que el

primero satisfaga sus necesidades. La ausencia de esta satisfacción podrá generar un primer momento de

odio, pero solo la conciencia de la sumisión podrá desarrollarlo en un más allá de la satisfacción obtenida.

Esta conciencia sin retorno -que es ruptura de la idealización- se acompañará de temor al amo: esta forma

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de sujeción se denomina sometimiento, mientras que aquella donde impera el discurso amoroso, se

utiliza la noción de obediencia.

Se trata de una sumisión voluntaria a la ley de dios y a las autoridades de la iglesia. La obediencia al

superior es la base constitutiva de las estructuras militares; implica compromiso, convicción y ausencia de

conflicto en la medida en que el que obedece depositó su ideal en su superior.

Obedecer desde el punto de vista metapsicológico siempre implica dos cosas:

a. una fuerte depositación de libido narcisista en un objeto devenido Ideal, del cual se espera ser

amado. En este sentido la obediencia es un fenómeno de una serie que puede comenzar con la confianza

o la simpatía y terminar con la fascinación. Distintas magnitudes de libido narcisista les dan a estos

fenómenos sugestivos cualidades diferentes, que van desde una precondición para la creación de un

vínculo o el desarrollo de un aprendizaje, hasta el aplastamiento de las diferencias intersubjetivas.

b. Una concordancia entre Yo y Superyó, es decir una suerte de acuerdo intersistémico

desculpabilizador donde es importante el hecho de que éste es un representante transubjetivo de la

tradición. No se puede pensar en la obediencia solo desde dentro del sujeto, sino que la misma se

reconocerá desde los valores de su origen familiar y fundamentalmente desde aquellos que provienen

desde la clase social a la que pertenece. Es decir que es la organización colectiva la que le da el sesgo

a lo que el individuo valora y con lo que está de acuerdo. Es el consenso social el que moldea el

vínculo individual, correspondiendo en el nivel grupal lo que la obediencia se percibe como fenómeno

personal: un acuerdo colectivo implícito para entronizar valores o paradigmas.

Temor, amor, masas artificiales e instituciones psicoanalíticas:

Dentro de las instituciones psicoanalíticas predominan los fenómenos de obediencia y fascinación

por concepciones y personas que ostentan la legalidad de representar un saber con sus propios

códigos de iniciación y transmisión. La palabra ejerce aquí su efecto encantador, una suerte de atractivo

arrullo sugestivo, donde la amistad puede ser más convincente que la discusión científica y donde las

soluciones a ciertos enigmas solo provendrán de la voz del maestro, quien ha quedado en el lugar del

Ideal.

El conductor se contenta con órdenes simples para ser eficaces. Estas aparecen en el seno de las teorías

más sofisticadas bajo la forma de slogans fáciles de retener y repetir. La palabra del conductor debe ser

ante todo una revelación, un decir imposible de prever por una reflexión siempre demasiado común, una

palabra más o menos sorprendente.

En el caso del temor, la palabra adquiere la jerarquía de un arma porque funciona como rumor y define

lealtades y pertenencias, se torna así muy eficiente para generar miedo porque los intereses en relación a

cargos políticos, derivación de pacientes, etc., implican que de ciertas cosas no se puede hablar.

A su vez, esta puede ser franca o chismosa y entonces la autenticidad de los vínculos se deteriorar pues

se suelen ocultar cuestionamientos y “debilidades” de imagen y existe miedo a perder la pertenencia. Esta

condición, sumada al hermetismo de la práctica clínica, favorece algunos mecanismos corruptos

vinculados con la enorme diferencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Cuando se combina la fuerza de los dos poderes, estamos frente a la indefensión que implica

someterse buscando protección, sumada a la necesidad de ser amaro que significa obedecer al que ocupe

el lugar del Ideal. Es más peligroso el poder de la idealización que el del temor a la censura. Tarde o

temprano el que teme a la vez odia y porta en su ego-distonia la posibilidad de denuncia y del cambio: es

tal vez la ruptura que siempre está latente en la organización mafiosa. Pero el que ama y recuerda en

virtud de lo oído consolida más su pertenencia a la sexta y al poder del líder.

De las organizaciones paranoigenicas al mobbing de Eliot Jaques: fuentes psicoanaliticas Bisso

La organización requerida de Elliot Jaques es un manual de prácticas gerenciales que recopila lo

investigado durante décadas por su autor. En este artículo se enumeran sus antecedentes psicoanalíticos

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con el objetivo de contribuir a la construcción de una bibliografía de la que carece. Otro aporte es el de

situar la contribución que Eliot hizo a la intersección entre la salud mental y la vida del trabajo.

Eliot afirmó que su propia experiencia clínica y las pruebas en las que se apoyó lo han inclinado en la

dirección de Freud y la teoría psicoanalítica desarrollada por Melanie Klein. Sin embargo, la ausencia de

una bibliografía en la organización requerida no impide la construcción de sus antecedentes

psicoanalíticos.

Las masas artificiales en Freud y el concepto de organización:

Uno de los antecedentes que Jaques enumero es su trabajo con el Ejército, él mismo, fue selector de

oficiales para el Ejército canadiense en la Segunda Guerra mundial y luego dirigió el proyecto Glacier

durante 30 años. De esto afirmó la experiencia Glacier me enseñó que no es posible estudiar los procesos

organizativos sin definir primero la estructura. No bastaba con procurar comprender la dinámica de grupos,

la psicopatología y el liderazgo si no se entendía la índole de las instituciones sociales en que se

insertaban.

El trabajo con el Ejército fue uno de los campos en los que se elaboraron los conceptos de la organización

requerida. La fuente bibliográfica respecto de la relación de los sujetos con las organizaciones es el

ensayo de Psicología de las masas y análisis del yo en donde Freud afirmo que en la vida anímica del

individuo el otro cuenta como un modelo, como un objeto y como auxiliar, pero también como enemigo.

Esta afirmación puede transportarse además no solo la obra de Freud sino también a otras escuelas de

psicoanálisis en donde la otredad es fundamental en la Constitución de un sujeto.

Freud hizo una enumeración de los distintos tipos de masas: las muy efímeras, las duraderas, las

homogéneas y las diversas, las naturales y artificiales, las primitivas o las altamente organizadas,

algunas tienen un conductor y otras no. Las personas en las masas sufren una alteración del Yo.

Ahora bien, ¿Por qué el individuo cambia en la masa? lo que ocurre allí experimentan un gran aumento

del afecto y un empobrecimiento del pensamiento. El lazo que une a los individuos dentro de la masa es

un lazo de libido homologada al amor, lo que hace que cada uno resigné su narcisismo procurando

mantener el lazo Unión con los otros y dejándose guiar.

Freud analizo dos masas artificiales: la Iglesia y el Ejército que tienen un alto grado de organización y

son duraderas. Ambas son masas que resisten a los cambios y esta resistencia es característica de la

estructura de las organizaciones tal como se las estudia actualmente. El concepto de masa artificial

guarda correspondencia con el concepto de organización. En ambas masas hay un jefe que ama a todos

por igual. Cristo en la Iglesia y el General en el Ejército. En estas masas artificiales cada sujeto tiene un

lazo doble: 1 con el jefe y otro con sus pares. Freud plantea aquí que el jefe se comporta como un padre.

La falta de libertad del sujeto en estos lazos dobles que establece se hace presente.

Estos elementos son fundamentales para comprender la base teórica de la organización requerida

de Eliot J, ya que, lo que singulariza su teoría es el privilegio que le da la estructura jerárquica.

Freud estudio que los integrantes de la masa se comportan como si fueran iguales, en tanto existe un

rechazo por las diferencias.

El concepto de relaciones de rol es un concepto diseñado por Eliot J aclarando que el trabajo conjunto

tiene lugar en la dimensión social. Elliot definió a las relaciones de rol de la siguiente manera: estas

contienen los ingredientes explosivos de la responsabilidad y la autoridad reciprocas, condimentados con

los poderes persuasivos relativos y los estilos y valores personales de quienes interactúan. Luego afirmó

que en las relaciones de trabajo y laterales es clave la formulación clara de responsabilidad y autoridad, ya

que, cuanto más claro esté definido su rol menos conflictos surgirán.

En su organización requerida enfoco la relación del sujeto con la organización en un sistema de relaciones

de rol. Entre sujeto y la organización hay contradicciones de modo tal que sin una estructura requerida con

roles descriptos de modo incompleto se puede producir un mar de fondo de inquietudes Iván sospechas

que puede crecer hasta convertirse en una marejada de desconfianza.

Para Jaques, el trabajo dentro de una organización requerida está regulado por un sistema de roles

que debe funcionar correctamente permite que los objetos que van satisfechos. Bajo este modo de

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organización en que una masa se organiza por identificación vertical y horizontal se encuentra lo que llamó

el principio de Arquímedes: toda organización busca alcanzar el nivel de capacidad de trabajo de sus

directores ejecutivos. La capacidad de trabajo efectiva del más alto directivo de una corporación es el

factor preponderante que determina el crecimiento, contradicción o estabilidad de la organización.

La identificación proyectiva:

El concepto de identificación proyectiva tiene origen Kleiniano y es aquel por el cual un sujeto entabla un

lazo con un líder.

La identificación proyectiva es el modo de identificación que Melanie Klein elaboró, esta lo definió: la

identificación proyectiva se vincula con procesos evolutivos que aparecen durante los primeros 3 o 4

meses de vida cuando la disociación máxima y la ansiedad persecutoria predominan. El sol se encuentra

todavía en gran medida no integrado y es susceptible de disociarse, pero la disociación es también una de

las defensas fundamentales contra la ansiedad persecutoria. Otras defensas que aparecen son la

idealización, la negación y el control omnipotente. La identificación por proyección implica una

combinación de la disociación de parte del Yo con la proyección de las mismas sobre otra persona.

Como Freud, Klein ve la introyección como uno de los procesos primarios mediante los cuales el niño

establece relaciones emocionales con sus objetales. Pero ella considera que la introyección interactúa con

el proceso de proyección en la realización de estas relaciones, es decir, la identificación del Sol con un

objeto es una identificación por introyección.

Es esta identificación proyectiva común y compartida la que permite a los soldados identificarse entre sí.

Elliot postuló que los sujetos tramitan sus ansiedades integrando instituciones, sin embargo, en 1998

revirtió esta relación planteando que son las instituciones las que inciden en las ansiedades de los sujetos.

Por lo cual es posible afirmar que los sujetos tramitan sus ansiedades en las instituciones y que las

instituciones incidirían para calmar o exacerbar las ansiedades.

La diferencia entre la identificación y el enamoramiento es que la identificación enriquece al Yo al

intersectar o incorporar al yo propiedades del objeto mientras que el enamoramiento empobrece al yo, ya

que el sujeto se entrega el objeto. De aquí se obtiene que el sujeto al identificarse la organización se

enriquece. El mecanismo de poner un objeto en su ideal del Yo es para Jaques la identificación proyectiva

que elaboró Klein y Freud.

Organizaciones paranoigenicas y la posición esquizoparanoide en Melanie Klein:

El concepto de organización en Elliot tiene como antecedente el concepto de masa artificial en Freud. El

mismo las clasifica en una lógica Kleiniana.

La organización requerida de Eliot postula que es posible que las personas puedan confiar en el lugar

donde trabajan. Requerida es la acepción de buena, que tenga eficacia realizando el trabajo necesario y

dándole un sentimiento seguro de satisfacción y de confianza a todos sus empleados. En términos de

Schlemenson un marco organizacional adecuado y verdaderamente contenedor es aquel que satisface las

condiciones que demanda un individuo normal, un trabajador capaz de realizar un aporte significativo.

Cuando la organización cumple los requisitos, es un recurso para contener la ansiedad.

Las organizaciones generadoras de confianza mutua presentan las siguientes variables:

Sistema equitativo de distribución de las diferencias de remuneración

Clara definición de la autoridad y responsabilidad.

Gerentes separados por un estrato.

Los empleados están bien al tanto del contexto de su trabajo y de la visión de la empresa.

La autoridad concuerda con la responsabilidad.

El gerente recibe realimentación periódica de las personas cuya eficacia personal debe evaluar.

Se cuenta con la autoridad requerida para el trabajo del rol.

El trabajo es realizado en equipo por individuos y con responsabilidad individual y reconocimiento

con un líder de equipo o bajo un gerente responsable.

Los nombramientos y promociones se basan en la capacidad potencial, el compromiso con la tarea

y los conocimientos.

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En tanto, las organizaciones que generan confianza tendrían como antecedentes los que Klein desarrolló

su concepto de amor y gratitud.

Asimismo, Elliot J sistematizó cuáles son los pecados capitales del estilo gerencial de las empresas

que engendran paranoia. Características de la cultura organizacional paranoigenicas:

En las negociaciones por la remuneración interviene el poder o existen falsos sistemas de

incentivos mediante bonificaciones vinculadas con el producto.

Se deja que las personas escojan sus relaciones laborales laterales por vía de la manipulación y el

poder.

Los gerentes ubicados a más o menos de un estrato de sus subordinados y por ello ‘’ soplándole

en la nuca’’.

No hay tutoría ni desarrollo de carrera

Los empleados lo ignoran todo acerca de la evolución probable de la empresa o del motivo por el

cual hacen lo que hacen.

La responsabilidad no va acompañada de una autoridad.

La capacidad de las personas no se reconoce ni se utiliza suficientemente.

La falta de realimentación del gerente deja a los empleados a ciegas en cuanto a la eficacia con

que proceden.

La restitución del poder a los empleados no es más que una frase vacía o un falso artilugio.

Los nombramientos y promociones son tergiversados por cuestiones de género, color de piel,

grupo étnico, edad, etc.

Estos modos de proceder de una organización paranoigenica minan la confianza, que es el pilar de la

organización requerida. Se trata de las personas desconociendo su subjetividad y motivación.

Esta descripción de las organizaciones son el escenario, da las coordenadas, de lo que hoy se conoce

cómo mobbing o acoso laboral concepto investigado por Leymann.

Para tratar el concepto de mobbing es importante llevar la perspectiva más allá de la víctima y pensar la

cultura organizacional en el que tiene lugar.

Paranoigénico proviene de una de la posición esquizoparanoide que conceptualizó Melanie Klein quien

planteó que existen dos posiciones tempranas en los sujetos: la esquizoparanoide y la depresiva. La

posición esquizoparanoide predomina entre los primeros 3 y 4 meses de vida mientras que, la posición

depresiva culmina hacia la mitad del primer año de vida y anuncia un mayor grado de maduración del

sujeto.

Las posiciones articulan 4 elementos: ansiedades (angustia), relaciones de objeto, estructura del

Yo y defensas específicas con relación a los elementos anteriores. Cada una de estas 4 variables

presentan especificidades.

De modo tal que en la posición esquizoparanoide hay: ansiedad persecutoria que se caracteriza por un

miedo irracional a ser dañado o destruido desde afuera por objetos o fantasmas que representan peligros

provenientes del mundo exterior; relación de objeto en donde los objetos son parciales; estructura del Yo

precoz; defensa: disociación, negación y control omnipotente.

En la posición depresiva: ansiedad depresiva, el objeto es total y se siente ambivalencia por él; el yo

termina de constituirse; las defensas son las mismas, pero en tanto defienden al Yo de la angustia

depresiva devienen defensas maníacas.

Es importante tener en cuenta que el sujeto establece con la organización un vínculo de dependencia

muda que solo se evidencia en etapas de ruptura. En términos de Schlemenson, la organización se

transforma en un Yo auxiliar que oficia de soporte transicional de identidad que busca apoyos múltiples.

Asimismo, analizó etapas del desarrollo una crisis y a la segunda de ellas la denominó enfrentamiento

polemógeno.

Eliot no se refiere a la paranoia como desencadenamiento de una estructura psicótica sino a la revisión de

temores que activan esa posición temprana.

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El concepto de salud mental: este concepto el Eliot es heredero del mismo concepto en Freud. Se

considera el concepto de salud mental restringido al psicoanálisis debido a que es la fuente investigada, en

tanto, su concepto de salud mental es heredero del concepto de salud mental de Freud quienes en

distintos momentos de su obra dio relevancia al trabajo y a la sexualidad como dos indicadores

fundamentales de la curación analítica.

Según Freud del mismo modo que entre la salud y la enfermedad no existe una frontera definida y solo

prácticamente podemos establecerla, el tratamiento no podrá proponerse otro fin que la curación del

enfermo, el restablecimiento de su capacidad de trabajo y de goce. El concepto de trabajo vinculado a

la salud mental en Freud no refiere estrictamente a la vida del empleo o trabajo en relación de

dependencia sí no a la capacidad del sujeto de implicarse satisfactoriamente en un proyecto.

Conclusión: la organización requerida tiene antecedentes psicoanalíticos fundamentales en las obras

de Freud y Melanie Klein.

Psicología de las masas y la posición esquizoparanoide de Freud y Melanie Klein son los pilares

clínicos sobre los que se ha elaborado la clasificación de las organizaciones Eliot Jaques.

Es posible destacar la importancia que tiene la organización requerida no solo para las prácticas

gerenciales de recursos humanos sino también como fuente para el campo de la salud mental laboral

debido a que es posible situar la responsabilidad que concierne a los líderes condiciones que permite la

generación de confianza mutua en la vida cotidiana en el trabajo.

Cultura de la mortificación Ulloa

2. Cultura de la mortificación y proceso de manicomialización: una reactualización de las neurosis

actuales.

Hace un tiempo introduje la noción de mortificación. Me refería con ella a una verdadera producción

cultural que cada vez parece involucrar a sectores sociales más amplios. La idea central consideraba que,

si las estadísticas monitoreaban realmente una merma en la producción erótica, debía existir alguna razón

específica para esta situación. A esa supuesta razón con valor de hipótesis la denomine cultura de la

mortificación.

La experiencia muestra lo importante que resulta nombrar con sentido diagnostico no ya el afecto

angustiante destacado sino un matiz más preciso de sufrimiento. No es lo mismo decir, usted está

angustiado, que señalar a nuestro interlocutor con mayor precisión que está preocupado, asustado,

enojado, desesperanzado o despertado; se trata de aludir a los matices propios de la tristeza que

complementan todas esas posibilidades. Incluso se puede intentar explorar la magnitud de esos

sentimientos.

Una forma de intervención es aludir al sufrimiento en relación con lo experimentado corporalmente. Si

logramos nombrar con cierta justeza el matiz emocional de quien nos demanda, posiblemente los efectos

han de reflejarse en un diálogo que empieza a adquirir entendimiento mutuo.

La conciencia compartida de un sufrimiento reconocido abre la posibilidad de reducir los efectos de

la angustia tóxica sobre el cuerpo de quien demanda ayuda, permitiéndole investir libidinalmente una

idea que será pensamiento y diálogo; a partir de ahí, será viable establecer una producción transferencial

con expectativas de alivio. En ese estado quizá llegue a dibujarse un paso siguiente por dónde empieza a

circular la inteligencia necesaria para buscar salida a los infortunios de la vida y los avatares neuróticos

quedan paralizados el sujeto. En tanto, la clínica psicoanalítica no promete la felicidad, pero tampoco la

desmiente en la medida que se pretende aportar algún alivio.

Ulloa habla de Cultura en sentido estricto ya que, no ha desaparecido la producción de pensamiento ni

el suficiente valor para resistir bajo la forma de protesta enfrentando un estado de cosas que en el ámbito

institucional de esa persona provoca sufrimiento. Cuando zozobra la conciencia de mortificación se abre

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Author: Eusebia Nader

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